pag 25

Es miércoles (fue el sábado que nos amanecimos) y ya no nos aguantamos los ojos por vernos a solas. Me había resistido a escribirte pero en la primera oportunidad al verte en danza, ya quería correr a abrazarte. Después de tu mensaje, que te aseguro llevaba más desesperación que cita, no dude en escribirte que te extraño (que me muero por estar contigo y con nadie más). Estoy seguro que si me resisto más las letras saldrán afectadas.
Hice una lista mental de las cosas que me has dicho sobre nuestro incongruente encuentro por la vida. Porque tengo menos edad y porque ni tu sabes por qué más. Tal lista no me atreví a escribirla, ya era suficiente con sentirla como aceite tibio sobre la cabeza, según yo porque debía drenarla con letras.
Tal lista aún aquí no me atrevo a escribirla. Me niego como todo adulto a cierta soledad, a seguir vivo en T’ho sin estar enamorado de ti.
Respondiste que tú también me extrañabas, por qué nos hacemos los difíciles, por qué nos negamos el amor si deseamos vernos diario aunque no nos soportemos por mucho tiempo. Por qué te pareces a la mujer con la que siempre soñé. Por qué me respondes que si no fuera tan joven sería tu hombre ideal. Por qué nos importa que piensen los demás si de todos modos vamos a morir pronto. Por qué no puedes ser la mujer para toda mi vida…

Cierto. El número cuatro de la lista. Porque no quieres.

Comentarios